Los neurólogos recomiendan estas técnicas si no se logra un embarazo a los 6 meses. Un estudio muestra un vínculo entre la fecundación in vitro y las exacerbaciones. Los especialistas dicen que sólo ocurre esto con algunas técnicas de reproducción.

Un estudio publicado en la última edición de ‘Annals of Neurology’ puede poner en una encrucijada a las pacientes de esclerosis múltiple que quieran ser madres. El trabajo relaciona la utilización de la terapia hormonal de estimulación ovárica, imprescindible en muchas de las técnicas de reproducción asistida, incluida la fecundación in vitro, con un incremento de la actividad en la esclerosis múltiple (EM), la enfermedad neurológica crónica más frecuente en adultos jóvenes.

El nexo no tendría más importancia si no fuera porque en la actualidad, los neurólogos recomiendan a las mujeres afectadas por EM que no logran el embarazo de forma natural en seis meses –en lugar de los 12 habituales- que recurran a estas técnicas para lograr la gestación, como recuerda a ELMUNDO.ES la neuróloga del Hospital Clínico San Carlos Celia Oreja–Guevara.

La razón para esta recomendación es simple: mientras buscan el embarazo, las pacientes de EM –una patología que afecta a dos mujeres por cada varón- han de dejar la medicación que previene la aparición de brotes, porque está es incompatible con el embarazo. Así, todo el tiempo que tarden en lograr quedarse encintas es tiempo que están también sin prevenir la aparición de brotes, por lo que las técnicas de reproducción asistida (TRA) parecen la opción más lógica para acortar dicho periodo.

Sin embargo, el trabajo dirigido por Jorge Correale, experto del Instituto Raúl Carrea para la Investigación Neurológica de Buenos Aires, puede poner en entredicho esta práctica clínica ya que, según sus conclusiones, las pacientes que se someten a estimulación ovárica tiene son siete veces más proclives a sufrir exacerbaciones de la EM y multiplican por nueve el riesgo de una mayor actividad de la patología, según se ha demostrado en resonancia magnética.

El estudio tiene una conclusión inquietante: «Los resultados indican un incremento significativo en la actividad de EM en pacientes que se someten a TRA, un riesgo del que los neurólogos deben ser conscientes. Las hormonas reproductivas parecen ejercer un papel importante a la hora de regular las respuestas inmunológicas durante el curso de las enfermedades autoinmunes».

Limitaciones del estudio

Oreja–Guevara, que asegura que, hasta ahora, no se había hablado de este posible efecto adverso que, de hecho, ella no reconoce haber notado en sus pacientes, apunta a varias limitaciones del estudio argentino. «Se basa en pocas pacientes y el tiempo sin tratamiento inmunomodulador es muy largo, con una media de 18 meses antes de empezar el tratamiento, lo que predispone a las pacientes a más brotes y más actividad en resonancia».

Correale responde por correo electrónico que no es la primera vez que se encuentra esta asociación en estudios clínicos, aunque reconoce que el suyo «es el primero prospectivo», es decir, el primero en el que se ve el efecto de las pacientes desde antes de dejar la medicación para intentar conseguir el embarazo. Respecto al número de pacientes, 16, el autor reconoce también que es muy bajo y apunta a que se deberían realizar «estudios expandidos particularmente en número de pacientes».

Para Oreja–Guevara, un dato determinante del estudio es que el trabajo no evalúa todas las posibles técnicas de estimulación ovárica, sino solo la que los autores utilizan, los agonistas de la GnRH. «Los estudios que se han hecho con los antagonistas de la GnRH no aumentan los brotes; por lo tanto sería importante dejar claro que solo algunas técnicas de reproducción asistida podrían aumentar la actividad en EM; no todas».

En cualquier caso, la neuróloga concluye: «Los neurólogos y los ginecólogos tendrán que tener esto en cuenta para elegir las técnicas con menos probabilidad de que aumenten los brotes».

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