Una investigadora española propone estudiar los restos del cristalino tras la cirugía para encontrar la enfermedad en personas sin síntomas.
Los ojos son la mejor ventana del alma y también del cerebro.
Desde hace más de una década se especula con la posibilidad de encontrar una fórmula para diagnosticar a través de los ojos enfermedades neurológicas como la esclerosis múltiple y, sobre todo, el alzhéimer. Hoy el diagnóstico más certero para este mal del olvido es el estudio del tejido cerebral tras la muerte o el análisis del líquido cefalorraquídeo con una biopsia lumbar, una prueba dolora y agresiva. Celia Sánchez-Ramos, una investigadora de la Universidad Complutense ha patentado un método de análisis que aprovecha esta ventana con vistas al cerebro. Probado en 30 pacientes en tres hospitales españoles, su sistema analiza en el laboratorio los restos de las cataratas extirpadas en busca de una proteína llamada beta-amiloide, característica del alzhéimer.
Esta proteína es uno de los protagonistas «malos» de la enfermedad neurodegenerativa. En el alzhéimer, las neuronas se van destruyendo por la acumulación, entre otros, de depósitos de esta proteína beta-amiloide, también llamadas placas seniles. Pero al parecer también podrían acumularse en el cristalino, la lente natural del ojo donde se forman las cataratas.
Si se confirman los resultados en muestras más amplias, sería el primer test que permitiría detectar la enfermedad con un método sencillo y no invasivo en personas vivas y sin efectos secundarios. La propuesta de Sánchez-Ramos es estudiar las cataratas de los pacientes que, por edad, deben operarse, en lugar de desecharlos como se hace ahora. «Daríamos a la cirugía una doble utilidad: mejorar su visión y tener un posible diagnóstico de alzhéimer, muchas veces antes de que la enfermedad dé la cara», explicó.
La investigadora, líder del grupo de Neuro-Computación y Neurorobótica de la Universidad Complutense de Madrid, tiene previsto poner en marcha un ensayo clínico en seis o siete hospitales españoles para confirmar su teoría. Entre ellos estarían el Hospital de Getafe, el de Parla o el Infanta Sofía de Madrid que ya han participado en las primeras investigaciones. El test español es solo un primer paso en la búsqueda de un test de diagnóstico precoz. Éste de momento no lo es. La prueba detecta los indicios de la enfermedad cuando ya está presente, no antes de que aparezca. Tampoco, por ahora, existe ningún tratamiento que permita retrasar el avance del alzhéimer. Sí permitiría confirmar la sospecha de un diagnóstico «con el mismo grado de certeza que si se hiciera una autopsia del cerebro», apunta Sánchez-Ramos.
La nueva aproximación aún debe confirmarse con más pacientes y recibir el aval de las publicaciones científicas. Pablo Martínez, director científico de la Fundación CIEN, recuerda que algunas autopsias revelan cerebros de personas mayores con placas de beta amiloide que en vida no tuvieron síntomas de demencia. «Es demasiado pronto para valorar esta información y la muestra de 30 pacientes es muy pequeña».
La neuróloga Teresa Gómez-Isla, del Hospital General de Massachussetts, también pide cautela. «Sería necesario replicar esos datos a gran escala, algo que por el momento no ha ocurrido, antes considerar que puede llegar a convertirse en una prueba diagnóstica».
N. RAMÍREZ DE CASTRO / MADRID
Fuente: www.abc.es