Aunque la enfermedad siempre ha sido más frecuente en mujeres que en hombres, el riesgo relativo, es decir, la probabilidad de que una mujer llegue a padecer EM, ha pasado del 1,4 de los primeros estudios, al 3,2 actual. Después de la epilepsia, la esclerosis múltiple (EM) es la enfermedad neurológica más frecuente en adultos jóvenes. De hecho, en los países desarrollados, es la segunda causa de discapacidad entre los jóvenes, por detrás de los traumatismos craneales, principalmente generados por accidentes de tráfico. De acuerdo con los datos manejados por la Sociedad Española de Neurología (SEN), en España, unas 46.000 personas padecen EM, una enfermedad que conmemora el último miércoles de mayo su Día Mundial.

En las últimas dos décadas, el número de pacientes con EM se ha duplicado por dos y, a medida de que se incrementan los casos de esclerosis múltiple, también parece aumentar la proporción de mujeres que la padecen. “Aunque la EM siempre ha sido más frecuente en mujeres que en hombres, el riesgo relativo, es decir la probabilidad de que una mujer llegue a padecer la enfermedad, ha pasado del 1,4 de los primeros estudios, al 3,2 actual”, señala la Dra. Ester Moral Torres, coordinadora del Grupo de Estudio de Enfermedades Desmielinizantes de la Sociedad Española de Neurología (SEN). “Dado que aún se desconoce cuál es el origen de la enfermedad, resulta complicado explicar el motivo de este incremento», añade. «No obstante, se han identificado ciertos factores medioambientales que podrían condicionar la enfermedad, y las últimas investigaciones parecen apuntar a una mayor susceptibilidad de las mujeres hacia éstos”.

Aunque todavía no están claros los factores que influyen en la aparición de la EM parece que existe un determinante medioambiental en la patogenia de la EM. A este respecto se barajan dos hipótesis: la higiene, ya que un menor contacto con agentes infecciosos parece favorecer las enfermedades autoinmunes; y la vitamina D, puesto que hay un mayor número de casos en los países con menos sol. Pero también existe un componente genético que resulta clave para comprender el origen de esta enfermedad, ya que aunque esta enfermedad no es hereditaria, sí que existen variaciones genéticas que aumentan el riesgo de desarrollarla. “No obstante, aún no está claro por qué se activan los genes relacionados con la aparición de la enfermedad en algunas personas, mientras que en otras no”, señala la Dra. Moral.

Otra de las razones que explica el aumento de los casos de esclerosis múltiple, es el gran avance que se ha producido en las técnicas diagnósticas. Aunque el diagnóstico de la EM es clínico, el desarrollo tecnológico y la aparición de varias pruebas complementarias, como la resonancia magnética (RM) o el análisis del líquido cefalorraquídeo, han ayudado a agilizar el diagnóstico de la enfermedad, lo que a su vez permite el tratamiento precoz.

El tratamiento precoz de la enfermedad es vital para prevenir la discapacidad neurológica a largo plazo. Y pesar de que no disponemos de un tratamiento definitivo, en los últimos 15 años hemos asistido a importantes avances. De no tener ningún fármaco disponible, hemos pasado a manejar varios con alto grado de eficacia y cada vez más fáciles de administrar, lo que a su vez ha aumentado el grado de adherencia de los pacientes a los mismos”, explica la Dra. Moral. “Además, en los próximos meses se espera la aprobación de varias terapias orales y anticuerpos monoclonales, que supondrán otro avance en el tratamiento futuro de la esclerosis múltiple y en el camino de individualizar cada vez más los tratamientos”.

La esclerosis múltiple es una enfermedad autoinmune en la que, por error, el sistema inmunitario ataca la propia mielina de las neuronas. La alteración de la sensibilidad (45%), dificultad para coordinar los movimientos (40%) y trastornos visuales (20%) suelen ser los primeros síntomas de esta enfermedad, aunque también pueden aparecer otros como alteraciones cognitivas o pérdida de fuerza. La fatiga también es algo característico de esta enfermedad, puesto que está presente en el 76% de los pacientes. En el 85% de los pacientes la enfermedad se inicia por lo que se denominan brotes, es decir, con recaídas o exacerbaciones de síntomas o signos de disfunción neurológica de duración superior a 24 horas.

Los primeros síntomas de la enfermedad suelen aparecer en edades comprendidas entre los 20 y 40 años, aunque entre en el 2 y el 5% de los pacientes los síntomas comienzan antes de los 16 años.

Fuente: www.jano.es

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