Las alteraciones cerebrales en niños y adolescentes se han incrementado en los últimos años, tanto las de origen congénito, como adquirido, lo que produce entre otras; lesiones físicas, cognitivas, conductuales, emocionales y sociales, repercutiendo principalmente en el niño, en su familia, en su entorno social y en el rendimiento escolar. Debido a ello, los programas de intervención dirigidos a niños con alteraciones cerebrales deben integrar necesariamente estos tres ámbitos; familia, entrono social y escuela.

Las secuelas de la enfermedad neurológica en niños impactan directamente sobre el desarrollo biológico (todo su organismo, incluido el cerebro, experimenta cambios hasta cumplir la veintena) y su capacidad de adaptación social, representando una interrupción del curso de desarrollo normal. En la población adulta esto no sucede debido a que las etapas del desarrollo ya han sido alcanzadas. Por este motivo, la atención no va dirigida únicamente a la neurorrehabilitación, sino también a la habilitación de las funciones cognitivas, motoras e hitos del desarrollo no alcanzados por el niño, al no contar su organismo con la madurez biológica necesaria. Además, cabe señalar las distintas experiencias, que son vividas de forma diferente en comparación de los niños que no presentan una enfermedad neurológica, por lo que estas circunstancias también inciden en las conexiones neuronales, no sólo en la estructura cerebral.

En cuanto al programa de rehabilitación neuropsicológica infantil, es imprescindible realizar una valoración completa que evalúe el funcionamiento cognitivo, físico, comunicativo, emocional y conductual (incluida la conducta social) del niño. Esta información ha de completarse con el funcionamiento familiar, el acceso a los recursos sanitarios (por motivos de residencia u otros), el entorno social y el escolar. El proceso rehabilitador ha de contemplar la individualidad del niño, la construcción de una relación terapéutica basada en una confianza plena, por promover la interacción social-escolar como medio de rehabilitación y lo más importante; se ha de contemplar la distancia entre el nivel actual de desarrollo, con la zona de desarrollo potencial (capacidad de consecución de objetivos bajo la vigilancia de los terapeutas, un adulto o de hermanos, compañeros escolares, etc., de un nivel evolutivo superior). Así, uno de los objetivos viene determinado por el nivel de funcionamiento que cada niño muestra en ese momento. De este modo, se puede ir modificando el objetivo a medida que progresa de estadios del desarrollo y alcanza niveles de funcionamiento potencial superiores.

A continuación, se indican unos ejercicios que se encuentran enmarcados en el programa de rehabilitación infantil del centro CIEN y que están dirigidos al nivel de funcionamiento potencial de los niños en las actividades y elementos de la vida cotidiana.

En primer lugar, hay que disponer de una habitación bien iluminada y espacio para poner una pizarra infantil, si puede ser, parecida a la de su clase del colegio, pero de menores dimensiones. Se necesita la complicidad de uno de los padres y algún hermano mayor y hay que presentarle la actividad al niño como un juego: “vamos a jugar a que estamos en la clase del cole”. Las personas que participan tienen que tener conciencia de que están realizando una actividad que sirve para mejorar el funcionamiento del niño, por lo que hay que mantener una actitud positiva (sobre todo en el lenguaje que se utiliza, esto es muy importante), mostrar paciencia y disfrutar con lo que se está haciendo, al fin y al cabo, compartes tu tiempo con una persona a la que quieres mucho. Lo siguiente es comenzar a repasar los números, colores, vocales, abecedario, sumas, etc., o aquellas materias en las que el niño vaya desacompasado respecto a sus compañeros de clase. Este repaso se realiza de forma natural, pero añadiendo factores de juego y haciendo participe al niño en todo momento. Si se producen equivocaciones, hay que decir: “vamos a hacerlo otra vez, que esta vez va a salir bien”. La finalidad de la actividad no es avanzar rápidamente, aquí no existen las prisas, la paciencia es tu mejor aliada, se trata de tener una experiencia de aprendizaje en un entorno en el que se favorece la participación y donde el niño se siente seguro, amado y es uno más del equipo.
El segundo ejercicio que se propone es muy conocido, pero según una encuesta reciente, es una de las actividades con niños que más se ha abandonado. Se trata de leer un cuento, relato o libro al niño antes de dormirse. Hay que escoger bien la lectura a realizar, una recomendación sería “El Principito” del escritor francés Antonie de Saint-Exupéry. Se trata de una narración corta que conjuga inocencia con sabiduría, descubriendo la extraña forma en que los adultos ven la vida, pero que transmite experiencias y valores como el amor y la amistad. Existen diversas ediciones adaptadas a distintas edades y para leerlo es importante hacerlo con calma y después de haber conseguido un buen ambiente de relajación, haciendo una pausa antes de comenzar. Con esta actividad se consigue fomentar la atención, el aprendizaje observacional, la memoria, el razonamiento abstracto y también se trata de una magnifica experiencia familiar.
El tercer ejercicio que se propone va dirigido al aprendizaje observacional y la conducta social. El psicólogo Albert Bandura sostiene que las personas no sólo aprenden a base de su experiencia, también lo hacen a través de observar a otros y aprender de sus acciones. Por ello, te propongo que utilices todas las oportunidades que tengas para ser un modelo para el niño. Por ejemplo, en el ascensor compartido con vecinos; en presencia del niño, aprovecha la oportunidad para entablar una conversación agradable y cordial con el vecino con el que compartas el viaje en ascensor, evitando hablar del tiempo o de no decir nada bajando la cabeza. Otra oportunidad excelente es en los trayectos de coche. En estas ocasiones solemos ponernos muy nerviosos por circunstancias de la circulación, e incluso perdemos las formas aprovechando la situación de “intimidad “que proporciona el habitáculo cerrado del vehículo, pero en presencia del niño, se convierte en una oportunidad única para mostrar empatía; “ese coche se ha saltado el ceda el paso en la entrada a la rotonda, seguro que lleva prisa porque llega tarde. Ojalá llegue bien y no se ponga muchas veces más en peligro.”. Otro ejemplo de este ejercicio es a la hora de tener que interactuar de forma obligatoria con otros (con un dependiente de comercio, con un agente de la autoridad que te ha parado en un control rutinario, con el camarero de un bar, etc.). Estas ocasiones son las mejores para que el niño aprenda que un trato cordial, cercano, amable y respetuoso (sin ser exagerado) es la “llave” de las relaciones sociales.
Te animo a que pongas en práctica estos ejercicios, serán una fuente de aprendizaje para el niño y harán que en el futuro sea una persona que conozca sus límites, pero que haya aprendido que lo que le define son sus capacidades, valores, relaciones saludables y su buena actitud en la vida.

Departamento de psicología y neuropsicología del Centro Integral de Enfermedades Neurológicas de la Asociación Española de Esclerosis Múltiple de Albacete.​

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