La esclerosis múltiple (EM) es la enfermedad más frecuente en los adultos jóvenes. Su aparición conlleva síntomas, que incluyen alteraciones de las funciones ejecutivas, de atención y de memoria. La rehabilitación cognitiva ayuda a mejorar… las capacidades y la calidad de vida.

La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad crónica, inflamatoria y degenerativa con un probable origen autoinmune. Además, es la patología más frecuente en adultos jóvenes entre los 20 y los 40 años de edad. «Es decir, durante la época más productiva desde el punto de vista personal, social y laboral. Muchos alcanzan un grado de discapacidad importante con el paso del tiempo. No obstante, los tratamientos inmunomoduladores han conseguido mejorar notablemente su calidad de vida», según ha explicado a DM José Carlos Álvarez Cermeño, del Servicio de Neurología del Hospital Ramón y Cajal, de Madrid, a propósito de la II Jornada Esclerosis Múltiple y Sociedad, realizada en el centro.

«La intervención neuropsicológica puede mejorar el funcionamiento cognitivo y conductual de los pacientes mediante el entrenamiento en el uso de estrategias compensatorias y ayudas técnicas. Además, incide positivamente en trastornos emocionales como la ansiedad o la depresión. Por tanto, puede ayudar a pacientes y sus familiares a afrontar las dificultades que sufren y a mejorar la calidad de vida», ha afirmado Marisol García-Reyes, neuropsicóloga de la Fundación Esclerosis Múltiple Madrid.

Las alteraciones cognitivas siguen un perfil neuropsicológico que se caracteriza por: enlentecemiento de la velocidad de procesar la información, alteración de las funciones ejecutivas y la atención, trastornos en la memoria reciente, y, con menor frecuencia, alteraciones en las habilidades visuoespaciales y los trastornos emocionales y conductuales. Por tanto, es necesario «el desarrollo de instrumentos de evaluación adaptados a la población española, que reflejen el impacto de los déficit en las actividades cotidianas, y el desarrollo de programas y técnicas de rehabilitación cognitiva en función del perfil y la gravedad de los trastornos».

Asimismo, la intervención neuropsicológica en los cuidadores y familiares ha de informar y asesorar sobre las repercusiones del deterioro cognitivo en las actividades, el manejo de los síntomas, la renegociación de los roles familiares, la prevención y la toma de decisiones.

Álvarez y García-Reyes coinciden en la necesidad de contar con un equipo multidisciplinar para aumentar la eficiencia. Por eso, «la creación de consultas de alta resolución en la que se atienden las urgencias que la enfermedad puede originar, se amplían las prestaciones señaladas, mejorando la accesibilidad del enfermo a sus médicos. Así, se evita que acudan a urgencias, en donde serían tratados por otros facultativos que no conocen al paciente», explica Álvarez.

Síntomas neurológicos

Según Álvarez, se estima que en España la prevalencia actual de la EM es de 90 casos por cada 100.000 habitantes, lo que supone unos 43.000 afectados en total. «La forma más frecuente es la recidivante-remitente, que se caracteriza por los brotes de síntomas neurológicos, que dificultan realizar una actividad normal por falta de fuerza, inestabilidad, déficit visual u otros síntomas neurológicos. Dada la imprevisibilidad de sus recaídas, altera de un modo drástico los planes de futuro de los pacientes». Por otro lado, el deterioro cognitivo es difícil de detectar en un examen rutinario, y aparece en el 50-65 por ciento de los afectados.

Isabel Gallardo Ponce 15/12/2008

Fuente: www.diariomedico.com 

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